Diálogo introductorio con Jesús
Señor mío, te alabo y te bendigo por ese amor que me regalas cada día. Siento que ese amor me acompaña y me hace crecer, me cuida, me protege, me anima a dar lo mejor de mí. Son manifestaciones pequeñas pero bien intensas de tu presencia en mi vida, de tu amor en mi vida. Me emociona sentirme amado por Ti. Eso me hace saber que soy valioso y que tengo las cualidades y los dones necesarios para salir adelante. Es muy importante para mí saberme amado en una sociedad en la que casi siempre hay palabras de rechazo y de maltrato para el otro. Confío en actuar según tu palabra y tus valores para estar siempre en estrecha relación contigo. Ayúdame a controlar mis emociones y a no actuar con odio, ni violencia contra nadie. Confío en tus manos todos los proyectos y sueños que tengo y te suplico que me ayudes a realizarlo de la mejor manera. Amén.
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Evangelio del día: ¿Somos capaces de ver el rostro de Jesús en los débiles?
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San Mateo 22,34-40 (XX viernes tiempo ordinario): Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu
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Del Santo Evangelio según San Mateo 22,34-40
La parábola del banquete nupcial: "Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?" Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas" Palabra del Señor Reflexión del Papa Francisco Jesús, citando el Libro del Deuteronomio, responde: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento». Jesús habría podido detenerse aquí. En cambio Jesús agrega algo que no había sido preguntado por el doctor de la ley. De hecho dice: «El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Este segundo mandamiento tampoco lo inventa Jesús, sino que lo retoma del Libro del Levítico. Su novedad consiste justamente en el juntar estos dos mandamientos – el amor por Dios y el amor por el prójimo – revelando que son inseparables y complementarios, son las dos caras de una misma medalla. No se puede amar a Dios sin amar al prójimo y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios... En efecto, la señal visible que el cristiano puede mostrar para testimoniar el amor de Dios al mundo y a los demás, a su familia, es el amor por los hermanos. El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no porque está encima del elenco de los mandamientos. Jesús no lo coloca en el vértice, sino al centro, porque es el corazón desde el cual debe partir todo y hacia donde todo debe regresar y servir de referencia. Ya en el Antiguo Testamento la exigencia de ser santos, a imagen de Dios que es santo, comprendía también el deber de ocuparse de las personas más débiles como el forastero, el huérfano, la viuda... A este punto, a la luz de esta palabra de Jesús, el amor es la medida de la fe, y la fe es el alma del amor. No podemos separar más la vida religiosa, de piedad, del servicio a los hermanos, de aquellos hermanos concretos que encontramos. No podemos dividir más la oración, el encuentro con Dios en los Sacramentos, de la escucha del otro, de la cercanía a su vida, especialmente a sus heridas. Acuérdense de esto: el amor es la medida de la fe. Tú ¿cuánto amas?... Jesús abre un claro que permite ver dos rostros: el rostro del Padre y aquel del hermano... Y deberíamos preguntarnos, cuando encontramos a uno de estos hermanos, si somos capaces de reconocer el rostro de Cristo en él: ¿somos capaces de esto? [...] Jesús nos dona el Espíritu Santo, que nos permite amar a Dios y al prójimo como Él, con corazón libre y generoso. (Reflexión antes del rezo del ángelus, 12 de octubre de 2014) Diálogo con Jesús Señor mío, cierra todas las heridas que hay en mi corazón que no me dejan ser capaz de salir y servirte con pasión y entrega. De ninguna manera es posible que yo diga que te ame sino amo al prójimo como a mí mismo ¡Me convertiría en un mentiroso si así lo hiciese!, porque amando a mis hermanos es que logro amarte a Ti. No puedo separar el amor caritativo a los otros de tu amor santificante. Dame, Dios mío, el don de tener ese amor generoso hacia los demás, quiero hacerlo por Ti y para Ti. Abro mi corazón para que tus rayos de luz, provenientes de tus sagradas llagas, lo inunden con tu amor y lo recargues con la fuente inagotable de tu compasión. Pasa tu mano sanadora sobre mí para que todo sentimiento de odio, ira, rencor y egoísmo sea desterrado de mi mente, corazón, alma y espíritu y poder recobrar la armonía entre mis proyectos y los tuyos. Amén Propósito para hoy: Ser especialmente generoso en la ofrenda de la próxima Santa Misa de la que participaré Reflexionemos juntos esta frase: "En el sacramento de la Eucaristía encontramos a Dios que se da a sí mismo" (Papa Francisco) | |||||||
viernes, 21 de agosto de 2015
JESUS....
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