lunes, 24 de agosto de 2015

EVANGELIO...


Diálogo introductorio con Jesús
Señor mío, te suplico que en este momento me llenes de paz para afrontar los retos de hoy. Tú conoces qué es lo que me preocupa y me hace sufrir, por eso, en este momento, quiero solicitarte que me regales la paz de tu amor, que me hagas sentir en mi corazón que me amas y que me darás una gran ayuda en todas las situaciones que estoy viviendo. Quiero saberme acompañado por Ti. Quiero saber que estás soplando la fuerza de tu Espíritu para que mi corazón se hinche con su presencia y esté preparado para seguir avanzando. A veces fallo, lo sé, y no soy tan preciso en mis demostraciones de amor, pero Tú sabes que son errores y no es lo que quiero hacer, Te quiero Señor, quiero servirte para siempre. Amén.
Evangelio del día: Sigue a Jesús con el corazón y sabrás como comunicarlo
San Juan 1,45-51 (XXI lunes tiempo ordinario): Verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre
--------------------------------------------------
Del Santo Evangelio según San Juan 1,45-51
El primer encuentro de Jesús con Bartolomé apostól: "En aquel tiempo Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret". Natanael le preguntó: "¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?" "Ven y verás", le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, en quien no hay engaño". "¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera". Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Jesús continuó: "Porque te dije: "Te vi debajo de la higuera", crees. Verás cosas más grandes todavía". Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre" Palabra del Señor
Reflexión del Papa Francisco
La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos.
Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor que descubrió Natanael el día que Jesús se hizo presente y le dijo: «Cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48).
¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, «lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos» (1 Jn 1,3).
La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás
Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre; vivimos y actuamos «para alabanza de la gloria de su gracia» (Ef 1,6). Si queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que ir más allá de cualquier otra motivación. Éste es el móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás. (Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, #264 y 267 - 24 de noviembre de 2013)
Diálogo con Jesús
Señor mío, me presento ante ti como un discípulo enamorado de tu Palabra que quiere darte a conocer al resto del mundo. Tú no desprecias a nadie, incluso, a los que te intentan ofender, le respondes con elogios, ese es tu mejor estilo, el amor por delante, siempre devolviendo el bien. Quiero dejarme transformar por tu gracia, ser dócil a tus inspiraciones y moverme según tu voluntad. Ven y sáname de rencores, de temores y sobre todo del mal pensamiento que me inclina siempre a pensar lo peor del otro. Quiero seguir tus huellas, actuar bajo el amparo de tu sombra poderosa, confiando en tu promesa que todos veremos cosas mayores, el mismo Cielo abierto, si de verdad creemos. Ven y abre mi entendimiento para tener la sabiduría necesaria de saber cómo hablar de ti en todos los ámbitos de mi vida, obrar de acuerdo a tus enseñanzas y así estar listo cuando me llames a tu presencia, quiero que me encuentres digno de Ti y también pueda yo escuchar el mismo maravilloso halago que le regalaste a Natanael: "Este es un verdadero «Hijo de Dios», en quien no hay engaño" Amén
Propósito para hoy: 
Hoy, en un momento de descanso, me llevaré la Biblia y leeré el capítulo 16 del Libro de Proverbios, una gran reflexión encontrarás allí
Reflexionemos juntos esta frase:
"En el sacramento de la Eucaristía encontramos a Dios que se da a sí mismo" (Papa Francisco)

No hay comentarios:

Publicar un comentario