miércoles, 19 de agosto de 2015

ARTE...

La Santísima Trinidad, un desafío para la pintura

El arte no cesa de expresar el Misterio de Dios. Ayer y hoy, grandes pintores reprersentan simbólicamente a las tres Personas Divinas.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  
La Trinidad es un misterio de gran densidad teológica. Tres Personas distintas y un solo Dios verdadero. Tres personas que aparecen en el Bautismo de Jesús, Mt. 3,16-17: “Después de ser bautizado, Jesús salió del agua. De repente los cielos se abrieron, y él vio al Espíritu de Dios descender en forma de paloma y se posó sobre él. Y una voz que venía del cielo decía: Este es mi Hijo bienamado”. 

El mismo San Mateo insiste en Mt 28,19: “Id pues, haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Debido a los problemas iconográficos y teológicos sobre la conveniencia de presentar a Dios en imágenes, la representación de la Trinidad aparece muy tardíamente en el arte, en la Edad Media. Encontramos diferentes iconos que simbolizan a la Trinidad en Oriente; en Occidente las figuras están superpuestas, pero a partir del siglo XV, se definen artísticamente: el Padre, un anciano con barba blanca, el Hijo, un hombre joven, y el Espíritu Santo, un adolescente o una paloma. 

La imagen que representa la Trinidad se figura como un trono jerarquizado, con el Padre en la parte superior, el Hijo en la Cruz, y entre ambos la paloma, el Espíritu Santo. El cuerpo del Hijo descansa sobre las rodillas del Padre, a modo de la Piedad, expresando con toda la ternura y delicadeza el misterio Trinitario. Tal es la Trinidad del Greco, pintada entre 1577 y 1579, que se encuentra en el Museo del Prado (Madrid), y tal es la maravilla pintada en una capilla lateral, por Masaccio, en Florencia.

LA MANO DE DIOS

El Padre puede ser representado por la Mano de Dios, una simbología presente desde antiguo; el Hijo por el Cordero y el Espíritu por una paloma o un libro, símbolos del Espíritu que inspira las escrituras. La expresíón iconográfica más antigua es el triángulo, a veces con el nombre de Dios escrito en el centro o con el ojo de Dios, que está en todas partes. A finales del XV el triángulo corona la cabeza del Padre o aparece dentro de un círculo, signo de la perfección, está entre las manos del Padre.

En el Antiguo Testamento, la Mano de Dios era símbolo de Yavéh Todopoderoso y de su acción creadora, así aparece en diferentes textos de Éxodo, del Primer libro de Samuel e incluso en el Evangelio de San Lucas. La Mano divina fue luego la representación más importante hasta el siglo VIII. Además, solía aparecer saliendo de los cielos abiertos y desprendiendo tres rayos de luz, símbolo de la Trinidad.

El ESPIRITU SANTO

LaTercera Persona de la Santísima Trinidad tuvo un gran culto en su honor en la Edad Media, las capillas de los hospitales suelen estar dedicadas a Él.

Ya desde la Creación está presente "planeando sobre las aguas", y en forma de paloma se hace presente en la Anunciación, en el Bautismo de Jesús y en las vidas de los santos. En Pentecostés aparece sobre la Virgen y los apóstoles en forma de lenguas de fuego.

LA TRINIDAD DE MASACCIO

Tommaso di Giovanni Guidi, llamado Masaccio por su aspecto descuidado, recibió el encargo personal de plasmar a la Trinidad de Santa María la Novella. Obra de gran realismo y perspectiva que aprovecha el monumentalismo de la arquitectura de Brunelleschi. Una obra calculada hasta el mínimo detalle.

Al pintar su Trinidad en la pared de Santa María la Novella, en Florencia, inició el estudio consciente de la perspectiva en la pintura, algo que ya había realizado Donatello en la escultura. Utilizó la perspectiva lineal por primera vez, marcando el punto de fuga, debajo de las figuras representadas, a la altura de la vista del espectador, coincidiendo con los cánones más clásicos. El efecto de relieve, de profundidad, es muy evidente.

La Capilla de la Trinidad es una construcción amplísima, delimitada por la perfecta proporción de las figuras. Bajo el intradós, la parte interior del arco, el Padre celestial sostiene la cruz; entre su cabeza y la de Cristo, aparece el Espíritu en forma de paloma. La figura de Cristo, serena, grave, con gran majestad. Después de una pendiente muy ligera, están la Virgen y San Juan, y debajo, en una simulada mesa de altar, un esqueleto, como si se tratara de una reliquia.

El sentido jerárquico, Trinitario, está presente en toda la obra. Una distribución exacta del espacio, sentido piramidal, la Trinidad perfectamente conjuntada, centro de la composición. Masaccio sintetiza las figuras y el ambiente, con una precisión geométrica. 

El Misterio de Dios es inagotable, por lo mismo, los intentos por representarlo pictóricamente estarán siempre limitados a los simbolismos humanos. Con todo, el espíritu religioso no cesa de intentar plasmar -aunque sea en germen y a sabiendas de las limitaciones infranqueables- la hermosura del Dios Uno y Trino.

Joaquín Palacios.
 
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