viernes, 11 de noviembre de 2016

SANTORAL..

San Martín de Tours y la verdadera caridad cristiana


         Un hecho sucedido en la vida de San Martín de Tours nos da la medida de cómo debe ser la verdadera caridad cristiana, además de hacernos reflexionar acerca de la Presencia invisible y misteriosa, pero no menos real y cierta, de Nuestro Señor Jesucristo en el prójimo más necesitado.
         En efecto, siendo joven y estando de militar en Amiens, Francia, un día de invierno muy frío se encontró por el camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al pobre y oyó que le decía: “Martín, hoy me cubriste con tu manto”[1].
Sulpicio Severo, discípulo y biógrafo del santo, cuenta que tan pronto Martín tuvo esta visión se hizo bautizar (era catecúmeno, o sea estaba preparándose para el bautismo). Luego se presentó a su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo: “Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión”. El general quiso darle varios premios pero él le dijo: “Estos regalos repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales”[2].
Con relación al episodio sucedido con el mendigo, al cual San Martín le había dado la mitad de su manto, es en este episodio en donde podemos encontrar una de las principales enseñanzas de nuestro santo: por un lado, nos enseña que la verdadera caridad cristiana, no consiste en dar aquello que sobra, o lo que no se usa, o lo que se está a punto de tirar, sino lo que realmente nos sirve y nos es útil. Dar lo que no sirve, lo que es inútil, lo que se está a punto de arrojar al cesto de residuos, no es ni siquiera justicia. Muchas dependencias de Cáritas parroquiales parecen, en la actualidad, depósitos de residuos o de trastos viejos, porque los católicos se piensan que “hacer caridad con los pobres” es, precisamente, deshacerse de lo que ya no les sirve o de lo que están a punto de tirar, y para ahorrarse la molestia de arrojarlos ellos al cesto de los residuos, lo llevan a Cáritas parroquial. Sin embargo, San Martín de Tours nos da el ejemplo de cómo debe ser la verdadera caridad cristiana: dar de lo propio, de lo que estamos usando, de lo nos sirve; dar lo que está en buen estado; dar un objeto nuevo, y no uno en mal estado, o viejo, o roto, o que está a punto de estropearse.
La otra enseñanza que nos deja San Martín de Tours, en el episodio en el que comparte la mitad de su capa con el mendigo que se le aparece en el camino, y que finalmente resulta ser el mismo Jesucristo en Persona, es precisamente esto: que en el prójimo más desvalido y más necesitado, se encuentra presente, real y misteriosamente, Nuestro Señor Jesucristo. Esto se corresponde exactamente con las enseñanzas del Evangelio: al hablar del Día del Juicio Final, y de la recompensa que dará a los Bienaventurados y del castigo que merecerán los réprobos, Jesús tomará en cuenta las obras de misericordia realizadas y las que no se realizaron en los más necesitados. A los que se salven, les dirá: “Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber, estuve desnude, y me vestisteis…”; y a los que se condenen, les dirá: “Apartaos de Mí, malditos, porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; estuve desnudo, y no me vestisteis…” (Mt 25, 31-46).
La conmemoración de la santidad de vida de San Martín de Tours debe conducirnos a meditar acerca de la imperiosa necesidad de obrar la misericordia como requisito ineludible, si es que queremos salvar nuestras almas, puesto que no obtendremos misericordia si no somos capaces de dar misericordia (cfr. Lc 6, 36), como sí lo hizo San Martín de Tours.

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