San Pío de Pietrelcina.
A él hay que girar cuando el ataque enemigo. En él hemos puesto nuestra esperanza, y en ella tenemos que esperar todo bien. No le dé a las insinuaciones y seducciones del enemigo. Recuerde que en esta batalla ganada huyendo. Debe ser el primero en presentar aversión a la gente que no se rinde a la voluntad de Dios. Frente a él dobla la rodilla y con gran humildad repita esta corta oración: "Ten piedad de mí, que soy un inválido pobres". Luego se levanta y santa indiferencia continúa sus tareas.
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