jueves, 19 de noviembre de 2015

A Jesús no hay que perderlo de vista

Normalmente nos acercamos al Evangelio de manera reducida. Solo nos paramos en la escucha/lectura moralizante o intelectual del Evangelio y nos olvidamos de otras maneras de llegar a su significado como por ejemplo el sentimiento, el modo de hablar, los silencios, las obras o gestos…. El hombre no se expresa solo verbalmente sino también de otras formas, por ejemplo la mirada.
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Hay miradas indiferentes, concupiscentes, irrespetuosas; hay también miradas de ternura, confidenciales, alentadoras…. Y nos preguntamos: ¿Y Jesús? ¿Cómo es la mirada de Jesús?
Sus miradas parten desde el corazón, desde su amor hacia nosotros. Ese amor que empapa todo su ser hasta tal punto de dejarlo en la cruz por nosotros. Su crucifixión es su mayor signo de amor: Cristo padeció por mí, sufrió por mí, murió por mí.
Si los ojos son el reflejo del alma, a través de las miradas de Cristo podremos llegar a conocer los «sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2,6), para interiorizarlos y hacerlos propios. Hay distintas miradas en el NT de Jesús. Hoy me centraré en una.
Una mirada que nos relata el Evangelio tiene lugar en las negaciones de Pedro. Jesús está allí sumergido en el dolor y en las mentiras, las ingratitudes que en ese momento escucha y observa. Fuera está Pedro, el amigo íntimo, uno de sus íntimos. Un hombre en quien Jesús confiaba, que ha sido su confidente, aquél que será la piedra donde Jesús edificará su Iglesia como le dijo. Pedro está ahí negando a Jesús tres veces y relatando a la gente que no le conoce. ¿Qué ha pasado para que este Pedro haya salido corriendo negando a Jesús y llorando? Solo ha pasado una cosa: que Jesús saliendo de sí mismo, de su dolor, se ha vuelto a él y, por encima de todos sus dolores, le ha mirado sin reproche, con pena y dolor, pero amándole. A nosotros también nos mira así cuando en medio de nuestras miserias y pecado, decimos: “No lo conozco”.  Jesús se sobrepone al dolor que le causamos y nos mira, ¡me mira a mí! ¡No le repugnamos! ¡Nos mira con amor! Porque sabe que es la única manera para amarnos, aunque nosotros le fallemos, Él nos ama.

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