viernes, 2 de octubre de 2015

EVANGELIO...

Diálogo introductorio con Jesús
Padre misericordioso y eterno, lleno de bondad y dulzura, te pido que hagas conscientes a este hermano de todas las capacidades y dones que Tú has puesto en todo su ser, enséñale a confiar plenamente en Ti, porque sólo con tu ayuda puede salir adelante y dar los frutos necesarios para su salvación. Bendice todo lo que emprenda y ayúdale a realizar lo que se proponga. Pon en su camino personas que construyan y edifiquen su carácter y den fortaleza a su espíritu. Amén.
Evangelio del día: A veces la vida endurece al corazón. ¡Seamos como niños!
San Mateo 18,1-5.10 (XXVI viernes tiempo ordinario): Les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre
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Del Santo Evangelio según San Mateo 18,1-5.10
La infancia espiritual y los ángeles custodios: En aquel tiempo, los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?" Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial" Palabra del Señor
Reflexión del Papa Francisco
No por casualidad en el Evangelio hay algunas palabras muy bonitas y fuertes de Jesús sobre los «pequeños». Este término «pequeños» se refiere a todas las personas que dependen de la ayuda de los demás, y en especial a los niños. Por ejemplo Jesús dice: «Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial»
Por lo tanto, los niños son en sí mismos una riqueza para la humanidad y también para la Iglesia, porque nos remiten constantemente a la condición necesaria para entrar en el reino de Dios: la de no considerarnos autosuficientes, sino necesitados de ayuda, amor y perdón. Y todos necesitamos ayuda, amor y perdón.
Los niños nos recuerdan otra cosa hermosa, nos recuerdan que somos siempre hijos: incluso cuando se llega a la edad de adulto, o anciano, también si se convierte en padre, si ocupa un sitio de responsabilidad, por debajo de todo esto permanece la identidad de hijo. Todos somos hijos. Y esto nos reconduce siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado nosotros mismos sino que la hemos recibido.
[...] Los niños portan su modo de ver la realidad, con una mirada confiada y pura. El niño tiene una confianza espontánea en el papá y en la mamá; y tiene una confianza natural en Dios, en Jesús, en la Virgen. Al mismo tiempo, su mirada interior es pura, aún no está contaminada por la malicia, la doblez, las «incrustaciones» de la vida que endurecen el corazón. Sabemos que también los niños tienen el pecado original, sus egoísmos, pero conservan una pureza y una sencillez interior. Pero los niños no son diplomáticos: dicen lo que sienten, dicen lo que ven, directamente. Y muchas veces ponen en dificultad a los padres, manifestando delante de otras personas: «Esto no me gusta porque es feo». Pero los niños dicen lo que ven, no son personas dobles, no han cultivado aún esa ciencia de la doblez que nosotros adultos lamentablemente hemos aprendido.
Los niños —en su sencillez interior— llevan consigo, además, la capacidad de recibir y dar ternura...
Los niños tienen la capacidad de sonreír y de llorar. Algunos, cuando los tomo para abrazarlos, sonríen; otros me ven vestido de blanco y creen que soy el médico y que vengo a vacunarlos, y lloran... pero espontáneamente. Los niños son así: sonríen y lloran, dos cosas que en nosotros, los grandes, a menudo «se bloquean», ya no somos capaces...
Por todos estos motivos Jesús invita a sus discípulos a «hacerse como niños», porque «de los que son como ellos es el reino de Dios». (Catequesis, audiencia general, 18 de marzo de 2015)
Diálogo con Jesús
Mi Dios, quiero grabar en mi mente y en mi corazón todas esas palabras de amor que me dices y meditarlas profundamente. Desde que me despierto, quiero mantener vivo en mis pensamientos, esa esperanza que Tú nos promete. "quien confía en Ti no quedará defraudado". En tus Palabras, además de encontrar consuelo, también podré encontrar sabiduría y fortaleza para protegerme, con los cuales no daré lugar al miedo y a las distintas formas del mal. Quiero vivir y responsabilizarme como el adulto, pero confiar y disfrutar siempre con la sencillez de un niño. Debo mantener el alma humilde para sentirte en cada una de las cosas que vivo. Tú me has dicho, que los tuyos, deben ser siempre mansos y humildes, es por ello que te pido que ayudes a confiar como lo hace un niño, desde su pequeñez, desde su ternura. Ayúdame a entregarme a la vida con la misma dulzura se entrega un niño a los brazos de su padre. Sé que con tu bendición, con tu inspiración divina y la asistencia de tus santos ángeles custodios, me sentiré seguro para alcanzar la perfección de la sencillez interior y que mis acciones y palabras puedan ser siempre de tu agrado. Amén
Propósito para hoy: 
Antes de iniciar mis actividades diarias pedir humildemente: ¡Ven Espíritu Santo! inflama mi corazón con el fuego divino de tu amor. Amén
Reflexionemos juntos esta frase:
Cuando no es posible ganarse el pan, se pierde la dignidad. Es un drama en nuestros días, especialmente para los jóvenes (Papa Francisco)

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