martes, 16 de junio de 2015


Un sabio con su discípulo llegaron a una aldea cuyos habitantes solo tenían una vaca. Su leche era todo lo que tenían para alimentarse, y de ella vivían. ¿ Cómo podemos ayudarlos ? preguntó el aprendiz. Mata a la vaca, fue la respuesta. Pero morirán de hambre, es lo único que tienen. Es lo único pero no es suficiente. Mata a la vaca. El jóven obedeció a regañadientes y ambos siguieron su camino. ¿ Por qué me has ordenado esto ?, reclamaba apenado el novicio. Llegado el momento lo comprenderás. Justo una año después, el maestro propuso regresar a aquella aldea. Grande fue la sorpresa del discípulo cuando, contra todo lo que temía, se encontró con un pueblo feliz y próspero. ¿Qué ha sucedido aquí ?, exclamó dirigiéndose al líder. Que ellos te lo cuenten. Y uno de los aldeanos tomó la palabra: CuaNdo descubrimos muerta a nuestra vaca, supimos que ya no podríamos vivir de su leche. Entonces buscamos una solución. Nos dimos cuenta de que estas tierras eran fértiles, así que sembramos trigo. Comimos una parte de la producción y vendimos el resto, y con ese dinero compramos unos animales. Ahora somos agricultores y vivimos mejor que nunca.  
de Pequeñas Historias para grandes momentos de Walter Salama.

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